Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

jueves, 20 de diciembre de 2007

"Ciertos vuelos" de Juan Gelman

todo el tiempo pasan volando cosas por acá/
como ese hijo de una gran pájara que se pone a cantar en el pino a las 6 de la mañana/
más de una vez le expliqué que trabajo con las telitas de la luna/
que me quedo hasta tarde deshaciéndolas/ haciéndolas/

y después necesito dormir/ ilusionado
como cristóbal colón la noche del 11 de octubre pero exactamente al revés/
porque el almirante bajó de la santa maría con regalitos para el gran khan

y se encontró con indios más nuevitos que la mirada siguiente a tu mirada/
en cambio/ yo/ al otro día de descubrir/ no digo mucho/ algún riachuelito
de la palabra/ alguna islita que nadie antes le había puesto el pie/
o menos todavía/ el estremecimiento de dos palabras que conseguí juntar/

de pura suerte/ y se aman como un matrimonio santo y frágil/
y de la una a la otra pasan temblores como mundos de amor/
o vos misma/ que rara vez pasás por acá/
estaba diciendo que a la mañana siguiente de haber creído todo esto/

el riachuelito está seco/ en realidad nunca hubo riachuelito/
ni islita/ ni pasaste por acá/ ni dos palabras se casaron/
aunque su boda durase el instante en que nuestros pensamientos se juntan
y son espléndidos como la corte de wu san liu/

donde la menos linda criaba una perla en la cabeza/
para que siempre hubiera luz/
qué me venís a despertar/ pájaro/ le dije/ y no me contestó/
los pájaros son así/ no contestan/

pero todos los días a las 6 me viene a dar noticias del mundo/
se parece al diariero del barrio/ pasa sin saludar/
y después vuelan un montón de cosas por acá/
vengo observando atentamente que entre las 9 y las 11 de la mañana
pasan 17 abejas con la barriga llena de oro/
3 polillas bastante sonsas/ 1 mosca perdida en sus pensamientos/ como yo/
mariposas de tan lindos colores/
una vez pasó un galerón azul como una turquesa/

tenía brillos de tigre en la alita derecha/ la izquierda era roja
como las piedras blancas del taj-mahal
si no rugió fue por respeto al que sabe
que tigre es tigre y mariposa es mariposa/

aunque después pasaron dos tigres volando por acá/
un tigre y una tigra tomados de la mano con sin igual delicadeza/
como si fuéramos vos y yo/ mesmamente/
ordenando la selva del ser/

y vuelan otros seres por acá/ golondrinas empujadas por el crepúsculo/
chillan como si les rompieran el qué/ destrozan el cielo/
menos mal que a la noche/ con excepción de unos cuantos jumbos que rajan los vidrios
del alma/
los únicos que vuelan por acá son los astros/

la luna/ vista por tantos mortales/ y por safo también/
que tejía coronas con telitas de luna/
hacía y deshacía la luna como se hacen y deshacen los amantes/
y le besaba sus rosados dedos/

ahora pasó volando una ciudad por acá/
en medio de la ciudad estás vos/
te parás en la punta del pino/
me das noticias de tu dulzura sin fin/

así que el 11 de octubre se acabó/
voy a bajar de la santa maría con regalitos para millones de chinos/
y me encontré con vos/ desnuda/
como un continente sin nombre

Lucha


"Hay hombres que luchan un día y son buenos.

Hay otros que luchan un año y son mejores.

Hay quienes luchan muchos años, y son muy buenos.

Pero hay los que luchan toda la vida, esos son los imprescindibles".


Bertolt Brecht (1898 - 1956)
Dramaturgo y poeta alemán

Libros de Bertolt Brecht

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Jerga médica

El lunes pasado me dieron una muy buena noticia: El PET-TC realizado a principios de diciembre indica que estoy teniendo una adecuada respuesta al tratamiento. El bicho ha sufrido disminución en número así como en actividad metabólica y está en retroceso, aunque mantiene cierta presencia residual en algunas zonas. Esta es la traducción muy simplificada al informe del estudio, que hay que leerlo varias veces para enterarte bien de lo que dice, y luego si la cosa viene de cara, solicitarle a tu médico la traducción y explicación oportuna. Así las cosas, la próxima semana, me someteré a la quinta sesión, con lo cual estoy ya cerca de finalizar lo que llaman los médicos -usando términos bélicos-, la primera línea del tratamiento.

Hoy, dos días después, puedo contarlo así. El lunes, la percepción no fue tan satisfactoria, ya que vino acompañada de una sombra. Te damos una buena noticia, pero otra mala: el estudio indica también la existencia de una lesión pediculada en la pared derecha del recto que hay que estudiar y valorar. Hoy lo han hecho y, a falta de los resultados del análisis patológico, descartan inicialmente que sea algo maligno, se trata de pólipos sebáceos.
Abandonas la sala de endoscopias molesto por el trámite del enculado, lleno de aire, pero con una sensación de alivio, tranquilidad y felicidad. No sería justo –término relativo en medicina-, que después de las sesiones y padecimientos vividos, ahora tuvieras además algo más.

El lunes y el martes estuve a punto del derribo, hundido, apesadumbrado, maldiciendo mi mala suerte… Hoy mi existencia ha vuelto a dar un giro y tomar el rumbo adecuado. Este tipo de sucesos indica la fragilidad y sensibilidad de nuestra naturaleza, tremendamente vulnerable a las malas noticias y contingencias personales, que impactan demoledoramente en nuestro consciente, incapaz de resistir, y que consigue recuperarse, llegado el caso, con lentitud frente a la diligencia de la supuesta desgracia.

sábado, 15 de diciembre de 2007

Sólo quien es rico...



Imagen publicada en un periódico hindú con el siguiente pie:

SOLO QUIEN ES POBRE PROCEDE CON TANTA GENEROSIDAD. ¡ QUE PENA QUE EL HOMBRE NO SEA SIEMPRE ASÍ !



¿Pero... no debería decir?:



SOLO QUIEN ES VERDADERAMENTE RICO (DE AMOR Y SENTIMIENTO) ACTÚA ASÍ.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Cuando todo era tranquilo y placentero


Nací en el seno de una familia de clase media, de convicciones religiosas que no me atrevería a calificar de excesivamente profundas, aunque si habituales en la vida cotidiana. Hasta los diez años fui educado en instituciones públicas y, a partir de ahí, en colegios religiosos. Fue en esa época entre la infancia y la juventud, apartado a muchos kilómetros de la familia, arrancado de tus amigos, de lo que hasta entonces había sido una vida tranquila y placentera, donde me empezó a agriar el carácter y a surgirme serias dudas y problemas con lo religioso, cuestión que finalmente quedó muy alejada de mi proyecto de vida e ideas.

Reseño este asunto personal a cuento de que en los meses que llevo de enfermedad ha habido gente de mi entorno, algunas de trato habitual y otras no tanto, que al interesarse por mi estado de salud, han hecho alusión a sus creencias cristianas: “todos los días me acuerdo de ti y te tengo en mis oraciones”, “te hemos puesto velas a la Virgen pidiendo tu curación” o “toma esta estampita del Santo y llévala contigo que te traerá suerte”.

También ha habido obsequios, que exagerando un poco califico de fetichistas, como la pequeña piedra de la buena estrella en su diminuta taleguita de piel, la pulsera de cuero o la gorra. Comida, mucha comida, somos un pueblo que valoramos numerosas cosas por el estómago. Latas de frutas en almíbar, rosquillas caseras, cortadillos, bombones, pasteles, mazapán, queso…
Respeto –aunque no comparta-, y agradezco, las manifestaciones de carácter religioso. También los obsequios, las declaraciones de cariño, de ánimo, de apoyo. Cada cual expresa sus sentimientos a su manera. Te das cuenta que mucha gente a tu alrededor, aún desde el silencio, está pendiente de ti y en tu misma lucha. Es una sensación magnífica que ayuda, que motiva y mejora notablemente la autoestima, que de no ser por estas cosas y otras, estaría a esta altura de la película por los suelos.

Tengo que reconocer que en mi forma de ser y carácter empiezo a notar pequeños cambios. La enfermedad te endurece personalmente, pero también te abre con los demás y te enseña a ser más humano; aprendes a explicar mejor tus sentimientos; a mejorar la comunicación con los que te rodean… ¿Sabéis qué importante es todo esto?. Supongo que sí. Para mí, vital, ya que a los cincuenta y un años estoy aprendiendo la mecánica de este tipo de cambios, y me estoy haciendo, creo, mejor persona.

Entiendo que todavía, a mitad o menos de la travesía del desierto en la que estoy, sin certezas ni resultados aún de nada, es muy aventurado por mi parte no decir otra cosa que gracias, mil gracias, por el apoyo y la ayuda que estoy recibiendo. Expresar además que aquí estoy, decidido a seguir luchando, que es la única forma digna que conozco de conseguir las cosas que se quieren y anhelan. Que procuro un control mental de los malos rollos y pensamientos negativos que a veces aparecen como negros nubarrones, y que hasta ahora he conseguido doblegar con la formula de mantenerme siempre ocupado en menesteres varios. Y por último, otra cosa fundamental: la alimentación y la importancia de no descuidarla.

No me advirtieron que podía suceder...


Las últimas semanas han sido un tira y afloja continuo entre los deseos personales y las posibilidades sanitarias reales de actuación en materia de continuidad de los tratamientos. La cuarta sesión, que finalmente se produjo a finales de noviembre, llevaba acumulada un retraso de casi un mes debido a que los indicadores de defensas del organismo estaban en niveles bajos.

En pocos días todo cambió: se pudo dar la sesión, se concretó la fecha para la prueba de resonancia nuclear, el trato y seguimiento sanitario es semanal por expresa indicación médica, etc. El lunes, después de la tormenta epistolar, volví al hospital algo acongojado por las posibles reacciones contrarias al petardazo lanzado, y lo que encontré, fueron palabras de ánimo, de aliento, de comprensión… lo que confirma que mucha gente -entre otros-, los propios profesionales sanitarios, piensan lo mismo del desastroso y mal gestionado sistema de salud que tenemos, pero prefieren callar. Y ya se sabe lo que dice el dicho: ¡quien calla, otorga¡.

Los días posteriores al tratamiento me he hallado físicamente mejor y para nada barruntaba lo que pocos días después sucedería -tras el viaje a Ciudad Real a la prueba del PET-TAC-, que mi organismo se derrumbaba, quedaba a cero en defensas, propenso a cualquier nimia infección y expuesto a males mayores. No me lo habían advertido con tanta claridad. Ahora ya lo sé y debo estar alerta, porque puede volver a suceder y no es plato de gusto.

Ingreso de inmediato por urgencias el miércoles previo al puente de la Constitución, y de ahí directamente, a una habitación de aislamiento inverso, donde no son aconsejables las visitas y el personal sanitario tiene que entrar con mascarilla. La número 347 que debería ser una sala estanca no lo es. Por la ventana, que ajusta mal, entra aire frío que por las noches provoca corrientes; huelo los humos de las cocinas del hospital, cuyas bocas de extracción están un nivel por debajo de la planta; oigo el continuo ruido provocado por el ir y venir de vehículos en los accesos al hospital y de la avenida principal. Esto es lo que quieras menos una habitación de aislamiento.

Hasta el sábado, en el que tras la falta de reacción a los tratamientos, deciden transfundirme, lo paso mal, muy mal, no había estado así de apretado durante ninguna de las anteriores fases de la enfermedad. El chuletón del sábado, en forma de bolsas de plaquetas y sangre, de inmediato me recupera. El domingo ya soy otra persona y el lunes ya me quiero ir del hospital. No lo puedo evitar, es una sensación que va creciendo y creciendo en mi interior, de animadversión hacia la institución, que cada vez controlo peor.

Hoy jueves -más de una semana después de la recaída-, tengo alta médica. De nuevo en casa, en el sitio que mejor se está. Cuidado, querido y rodeado por los tuyos. Donde no tienes que llamar la atención a un desconocido vestido de calle, que se te ha colado en medio de la habitación. ¡Pero oiga, no sabe que no puede entrar aquí así, que hay un cartel en la puerta que lo indica, y además, sin mascarilla!. Ni tampoco tener que recordarle a nadie el uso obligatorio de ella.

Espero que la paradójica y contradictoria medicina de hoy, que te da y te quita, que te vacía y te atiborra, que te emponzoña de veneno y te sana, que necesitas y temes…, me deje, en los próximos días, fechas que todos apreciamos, pero que especialmente yo disfruto, hacer de cocinillas y de buen anfitrión, que es lo que me gusta.

sábado, 1 de diciembre de 2007

Historia con sordina


Esta historia la recibí hace unos días en mi correo electrónico. No sé quien es su autor. Me he permitido la licencia de adaptarla y aquí os la ofrezco, porque considero, a pesar de su colofón, que tiene interés y un buen mensaje humano.

Dice así:

En cierta ocasión durante una charla, en mi calidad de Ingeniero de Sistemas, que di a un grupo de profesionales, me hicieron esta pregunta: ¿Qué es lo más importante que ha hecho en su vida?. Sabía que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mí trabajo. Entonces les respondí: Lo más importante que he hecho en la vida tuvo lugar un día de mayo del año 2000. Comencé el día jugando al tenis con un amigo al que no había visto en mucho tiempo. Entre jugada y jugada me contó que su esposa y él acababan de tener un bebé. Mientras jugábamos, llegó el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que al bebé se lo habían llevado de urgencia al hospital. En un instante, mí amigo se subió al coche de su padre y se marchó.

Por un momento me quedé paralizado sin saber que hacer. ¿Debía seguir a mí amigo al hospital?. Mí presencia allí –pensé-, no iba a servir de nada, pues la criatura estará al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo haga o diga va a cambiar las cosas. ¿Brindarle mi apoyo moral?. Quizás sea útil, pero tanto él como su esposa tienen familias numerosas, y sin duda, estarán rodeados de parientes, que les ofrecerán el apoyo necesario. Lo único que haría sería estorbar.

Finalmente, decidí ir mas tarde al hospital. Al poner en marcha mi coche, me percaté que mi amigo había dejado el suyo estacionado junto a las pistas, con las llaves puestas. Decidí por lo tanto, cerrar el vehículo e ir al hospital a entregarle las llaves. Como supuse, la sala de espera estaba llena de familiares. No tardó en presentarse un médico, que se acercó a la pareja, y en voz baja les comunicó, que su bebe había fallecido. Los padres se abrazaron y lloraron, mientras todos los demás los rodeamos en medio del silencio y del dolor. Mi amigo, al verme, se refugió en mis brazos y me dijo: Gracias por estar aquí.

Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital viendo al desolado matrimonio sostener en brazos a su bebe y despedirse de él.

Esto es lo más importante que he hecho en mí vida, y aquella experiencia me aportó tres enseñanzas:

Primera: Lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo racional que aprendí en la universidad, ni en el ejercicio de mi profesión, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas les sobrevino una desgracia y lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar. Estar allí era lo principal.

Segunda: Me di cuenta que en el proceso de aprendizaje del pensamiento, casi se me olvidó aprender a sentir.

Tercera: Asimilé que la vida puede cambiar en un instante. Hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo real, y olvidamos que perder el trabajo, sufrir una enfermedad grave o un accidente y muchas otras cosas más, pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos.

Desde aquel día, busqué el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, asumí que ningún empleo compensa perderse unas vacaciones, ni romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Aprendí que lo más importante en la vida no es ganar dinero, ni ascender socialmente, ni recibir honores. Lo más importante en la vida, es el tiempo que dedicamos a cultivar la amistad.

No comparto alguna de las conclusiones de la historia que reproduzco seguidamente, pero por no alterarla más, las recojo tal cual, con la salvedad de los entrecomillados que son míos. Sigue diciendo así:

POR ESO AGRADEZCO

- A mis hijos que no limpien sus cuartos (“que se lo digan a su madre”), pero están viendo la tele (“menos tele alienante y más lectura”), porque significa que están en casa y no en las calles (“las calles son necesarias también”).
- Por los recortes en mi sueldo, porque significa que estoy trabajando (“lo siento, si trabajo, produzco y soy eficiente en mi labor, no quiero que me rebajen el sueldo”).
- Por el desorden que tengo que limpiar después de una fiesta, porque significa que estuvimos rodeados de seres querido (“vale, pero el desorden se ordena si se quiere, la suciedad se limpia y los seres queridos de la fiesta colaboran”).
- Por las ropas que me quedan un poco ajustadas, porque significa que tengo más que suficiente para comer (“o no te alimentas correctamente o llevas una vida sedentaria o no haces ejercicio físico…”).
- Por mi sombra que me ve trabajar, porque significa que puedo salir al sol (“no sabía que las sombras vieran”).
- Por el césped que tengo que cortar, ventanas que necesito limpiar, cañerías que arreglar, porque significa que tengo una casa (“habría que ver si toda esa actividad doméstica es cierta”).
- Por las quejas que escucho acerca del gobierno, porque significa que tenemos libertad de expresión (“los gobiernos están para hacer las cosas bien, y como normalmente meten la pata y no lo hacen, se les critica, vitupera, cambia…, eso no quiere decir que haya libertad de expresión”).
- Porque no encuentro estacionamiento, esto significa que tengo auto (“pues no es ninguna gracia lo de no encontrar aparcamiento, y dar vueltas, vueltas y perder tiempo”).
- Por los gritos de los chicos, porque significa que puedo oír (“sí, sí… pero a determinadas horas, por favor, ni un ruidito”).
- Por la ropa que tengo que lavar y planchar, porque significa que me puedo vestir (“aquí va sobrada la historia y su autor ya que está demostrado que el lavado y el planchado son las tareas domésticas en las que los hombres menos colaboramos en casa”).
- Por el cansancio que al final del día significa que fui capaz de trabajar duro (“hombre si se trata de un trabajo físico, no me extraña que la actividad canse, pero no deberíamos permitir que el trabajo nos maltrate y mine nuestra salud, como ocurre”).
- Por el despertador que suena temprano todas las mañanas, porque significa que ¡Estoy vivo! (“si pero sobre todo que ha llegado la hora, y que ¡camarón que se duerme, se lo lleva la corriente!”).
- Y finalmente, por la cantidad de mensajes que recibo, porque significa que tengo amigas y amigos que piensan en mí (“bien, pero a los amigos y amigas hay que recordarles de vez en cuando, que hay que seleccionar algo más los mensajes y contenidos que se envían, y hacer uso correcto del correo y normas elementales de seguridad y protección importantes, para que otros desaprensivos delincuentes, no te trillen luego con basura”).

La historia finaliza así: Cuando pienses que todo en la vida te va mal, lee esto otra vez.