Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

sábado, 20 de octubre de 2007

Las encinas, las urracas, un pueblo y algunas cosas más


Las encinas son árboles en retroceso, en peligro de extinción. De ellas se obtienen las bellotas, alimento natural del ganado porcino criado en la dehesa. Se dice que antiguamente la península Ibérica era un espeso bosque poblado por éstos árboles y otras especies, pudiendo una ardilla recorrerla saltando sobre las copas y ramas del arbolado. Lo que es ahora, no.

Por otro lado, sin tener nada que ver con la anterior o a lo mejor sí, eso nunca se sabe, tenemos a las urracas, pájaro de tamaño medio, de larga cola y afilado pico, plumaje albinegro. Depredador y carroñero, chorizo de los campos y frutos. Osadas y asustadizas.

También tenemos liebres y conejos, que cuando pueden y las dejan, saltan y corren por los campos y caminos. Y arriba, muy arriba, ojo avizor en el ancho y espacioso cielo, la cigüeña da amplios giros con sus majestuosas alas. A lo lejos, la sierra cubierta con un mantillo de nieve primaveral. Y aquí sobre el suelo, al pie del tajo, nosotros, viendo la tarde llegar, con el sol cayendo sobre nuestras costillas, sudorosos, jadeantes y con pocas ganas ya de trabajar. Así un día y otro, con la única ilusión que llegue la cobranza. A nuestro alrededor el autoritarismo, la envidia, el peloteo, la ignorancia, el conformismo, el rencor se dan la mano y saludan en un guiño paranoico.

Para unos que se trabaje a ritmo lento no está bien, para otros hacer las cosas bien y en su justa medida está peor. Esto no hay quien lo entienda. Lo importante que vayan pasando los días y sumando jornales.

Y ese río que no es río ni es nada, cloaca de todos los pueblos por donde pasa, con sus aguas turbias y sucias, y el puente sobre él, ¡hay Carmela!, que los rojos tiraron y ahora se ha vuelto a tambalear por el peso de las rodadas.

Y tú, él, ella, aquel y aquella, y la de más allá, y esa esquina desgastada por el cuchicheo, las miradas furtivas y las que no lo son tanto, sino más descaradas. Y te dicen: ¡pero que apretado estás!, y tú no entiendes nada. Pasas o haces por pasar, pero ¡que va!, algo te carcome las entrañas y sacas fuerzas de donde no las hay y piensas que hay que seguir adelante, tienes que conseguir lo que te propusiste. Y vuelves a mirar a tu alrededor en busca de una mirada de aliento, una palabra de apoyo y no encuentras nada. Piensas que es más difícil encontrar una aguja en un pajar, pero con el tiempo hallaras lo que te ayude a seguir.

Ves una cortina moverse, te sientes vigilado, a tu paso, dos, tres, cuatro cabezas se mueven y murmuran. Y aquel otro que tú conoces, dicen que le gustan los tíos y tú sabes que no es así, y el también lo sabe. Su corta edad soporta estoicamente todos los comentarios. Seguramente llorará de rabia e impotencia, en el fondo le gusta porque es así de masoca. Provoca y todos y todas le llevarán a lo que el no quería. Así es este pueblo de brumas, pobre de espíritu, sin ideas salvo los más avezados. Sumergido en el quehacer cotidiano y rutinario. Algo fuera de lo normal, de la pauta establecida, es estridente y acaba en el fracaso.
Pueblo de emigrantes y feudo señorial, los que quedaron siguen anclados en el pasado aunque tengan tele en color. Los que se fueron y vuelven, traen nueva savia, nuevos aires y ademanes de fin de semana. Rezuman asfalto por sus poros. Mi pueblo, el pueblo que yo quiero no es así ¿a que no?.

Escrito hace más de veinte años.