Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

sábado, 1 de diciembre de 2007

Historia con sordina


Esta historia la recibí hace unos días en mi correo electrónico. No sé quien es su autor. Me he permitido la licencia de adaptarla y aquí os la ofrezco, porque considero, a pesar de su colofón, que tiene interés y un buen mensaje humano.

Dice así:

En cierta ocasión durante una charla, en mi calidad de Ingeniero de Sistemas, que di a un grupo de profesionales, me hicieron esta pregunta: ¿Qué es lo más importante que ha hecho en su vida?. Sabía que los asistentes deseaban escuchar anécdotas sobre mí trabajo. Entonces les respondí: Lo más importante que he hecho en la vida tuvo lugar un día de mayo del año 2000. Comencé el día jugando al tenis con un amigo al que no había visto en mucho tiempo. Entre jugada y jugada me contó que su esposa y él acababan de tener un bebé. Mientras jugábamos, llegó el padre de mi amigo, que consternado, le dijo que al bebé se lo habían llevado de urgencia al hospital. En un instante, mí amigo se subió al coche de su padre y se marchó.

Por un momento me quedé paralizado sin saber que hacer. ¿Debía seguir a mí amigo al hospital?. Mí presencia allí –pensé-, no iba a servir de nada, pues la criatura estará al cuidado de médicos y enfermeras, y nada de lo que yo haga o diga va a cambiar las cosas. ¿Brindarle mi apoyo moral?. Quizás sea útil, pero tanto él como su esposa tienen familias numerosas, y sin duda, estarán rodeados de parientes, que les ofrecerán el apoyo necesario. Lo único que haría sería estorbar.

Finalmente, decidí ir mas tarde al hospital. Al poner en marcha mi coche, me percaté que mi amigo había dejado el suyo estacionado junto a las pistas, con las llaves puestas. Decidí por lo tanto, cerrar el vehículo e ir al hospital a entregarle las llaves. Como supuse, la sala de espera estaba llena de familiares. No tardó en presentarse un médico, que se acercó a la pareja, y en voz baja les comunicó, que su bebe había fallecido. Los padres se abrazaron y lloraron, mientras todos los demás los rodeamos en medio del silencio y del dolor. Mi amigo, al verme, se refugió en mis brazos y me dijo: Gracias por estar aquí.

Durante el resto de la mañana permanecí sentado en la sala de urgencias del hospital viendo al desolado matrimonio sostener en brazos a su bebe y despedirse de él.

Esto es lo más importante que he hecho en mí vida, y aquella experiencia me aportó tres enseñanzas:

Primera: Lo más importante que he hecho en la vida, ocurrió cuando no había absolutamente nada que yo pudiera hacer. Nada de lo racional que aprendí en la universidad, ni en el ejercicio de mi profesión, me sirvió en tales circunstancias. A dos personas les sobrevino una desgracia y lo único que pude hacer fue acompañarlos y esperar. Estar allí era lo principal.

Segunda: Me di cuenta que en el proceso de aprendizaje del pensamiento, casi se me olvidó aprender a sentir.

Tercera: Asimilé que la vida puede cambiar en un instante. Hacemos planes y concebimos nuestro futuro como algo real, y olvidamos que perder el trabajo, sufrir una enfermedad grave o un accidente y muchas otras cosas más, pueden alterar ese futuro en un abrir y cerrar de ojos.

Desde aquel día, busqué el equilibrio entre el trabajo y la vida personal, asumí que ningún empleo compensa perderse unas vacaciones, ni romper con la pareja o pasar un día festivo lejos de la familia. Aprendí que lo más importante en la vida no es ganar dinero, ni ascender socialmente, ni recibir honores. Lo más importante en la vida, es el tiempo que dedicamos a cultivar la amistad.

No comparto alguna de las conclusiones de la historia que reproduzco seguidamente, pero por no alterarla más, las recojo tal cual, con la salvedad de los entrecomillados que son míos. Sigue diciendo así:

POR ESO AGRADEZCO

- A mis hijos que no limpien sus cuartos (“que se lo digan a su madre”), pero están viendo la tele (“menos tele alienante y más lectura”), porque significa que están en casa y no en las calles (“las calles son necesarias también”).
- Por los recortes en mi sueldo, porque significa que estoy trabajando (“lo siento, si trabajo, produzco y soy eficiente en mi labor, no quiero que me rebajen el sueldo”).
- Por el desorden que tengo que limpiar después de una fiesta, porque significa que estuvimos rodeados de seres querido (“vale, pero el desorden se ordena si se quiere, la suciedad se limpia y los seres queridos de la fiesta colaboran”).
- Por las ropas que me quedan un poco ajustadas, porque significa que tengo más que suficiente para comer (“o no te alimentas correctamente o llevas una vida sedentaria o no haces ejercicio físico…”).
- Por mi sombra que me ve trabajar, porque significa que puedo salir al sol (“no sabía que las sombras vieran”).
- Por el césped que tengo que cortar, ventanas que necesito limpiar, cañerías que arreglar, porque significa que tengo una casa (“habría que ver si toda esa actividad doméstica es cierta”).
- Por las quejas que escucho acerca del gobierno, porque significa que tenemos libertad de expresión (“los gobiernos están para hacer las cosas bien, y como normalmente meten la pata y no lo hacen, se les critica, vitupera, cambia…, eso no quiere decir que haya libertad de expresión”).
- Porque no encuentro estacionamiento, esto significa que tengo auto (“pues no es ninguna gracia lo de no encontrar aparcamiento, y dar vueltas, vueltas y perder tiempo”).
- Por los gritos de los chicos, porque significa que puedo oír (“sí, sí… pero a determinadas horas, por favor, ni un ruidito”).
- Por la ropa que tengo que lavar y planchar, porque significa que me puedo vestir (“aquí va sobrada la historia y su autor ya que está demostrado que el lavado y el planchado son las tareas domésticas en las que los hombres menos colaboramos en casa”).
- Por el cansancio que al final del día significa que fui capaz de trabajar duro (“hombre si se trata de un trabajo físico, no me extraña que la actividad canse, pero no deberíamos permitir que el trabajo nos maltrate y mine nuestra salud, como ocurre”).
- Por el despertador que suena temprano todas las mañanas, porque significa que ¡Estoy vivo! (“si pero sobre todo que ha llegado la hora, y que ¡camarón que se duerme, se lo lleva la corriente!”).
- Y finalmente, por la cantidad de mensajes que recibo, porque significa que tengo amigas y amigos que piensan en mí (“bien, pero a los amigos y amigas hay que recordarles de vez en cuando, que hay que seleccionar algo más los mensajes y contenidos que se envían, y hacer uso correcto del correo y normas elementales de seguridad y protección importantes, para que otros desaprensivos delincuentes, no te trillen luego con basura”).

La historia finaliza así: Cuando pienses que todo en la vida te va mal, lee esto otra vez.