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domingo, 4 de octubre de 2009

Hasta siempre Mercedes

En el día de la fecha, en la ciudad de Bs As, Argentina, tenemos que informarle que la señora Mercedes Sosa, la más grande Artista de la Música Popular Latinoamericana, nos ha dejado.
Haydé Mercedes Sosa, nació el día 9 de Julio de 1935 en la ciudad de San Miguel de Tucumán. Con 74 años de edad y una trayectoria de 60 años. Ella transitó diversos países del mundo, compartió escenarios con innumerables y prestigiosos artistas, y dejó además, un enorme legado de grabaciones discográficas.

Su voz llevó siempre un profundo mensaje de compromiso social a través de la música de raíz folklórica, sin prejuicios de sumar otras vertientes y expresiones de calidad musical.
Su talento indiscutible, su honestidad y sus profundas convicciones dejan una enorme herencia para las generaciones futuras. Admirada y respetada en todo el mundo, Mercedes se constituye como un símbolo de nuestro acervo cultural que nos representará por siempre y para siempre.
Quizás, las palabras de su entrañable amiga, Teresa Parodi, resuman el sentimiento de muchos:

"Mercedes, salmo en los labios
amorosa madre amada
mujer de América herida
tu canción nos pone alas y hace que la patria toda
menudita y desolada no se muera todavía,
no se muera porque siempre cantarás en nuestras almas…"

Sus restos serán velados en el Salón de los Pasos Perdidos, en el Honorable Congreso de la Nación, Avda. Rivadavia 1864 a partir del mediodía de hoy.

Su Familia, allegados y amigos, agradecen profundamente el acompañamiento y el apoyo expresado en estos días.

Los señores de la mina (y III)


Precio de los alimentos básicos en origen y destino

Los agricultores y ganaderos cada vez encuentran más dificultades en su actividad productiva: incremento incesante de los costes; dificultades en la comercialización de los productos; bajos precios; aumento de los requisitos y obligaciones a nivel de explotación; etc.
Los consumidores pagamos por los productos básicos de alimentación, ya sea en fresco, manipulados, transformados, envasados, etc., precios que generalmente no guardan correspondencia con los percibidos en origen por sus obtentores, aún incluyendo en ellos la proporción de mano de obra, envase, energía, transporte y otros aspectos operativos más.

El gigante de la distribución comercial

En España el panorama de la distribución comercial ha cambiado en corto espacio de tiempo de forma radical. El 81,9% de las compras de alimentos se realizan a través de la distribución en autoservicio (súper, híper y discount). Figuras relevantes en ella hasta hace poco, como la tienda tradicional y la tienda especializada, han sido apartadas paulatinamente del mercado, casi suprimidas del mapa. Hoy ocupa su lugar y casi todo el restante la llamada gran distribución, que agrupada, poderosa e inflexible es dueña y señora de todo y de todos. Poco importa que el capital sea foráneo o del país. Los modos y las maneras son iguales.

Es tal el tamaño de algunas de sus cadenas que pueden ser consideradas como pequeños estados de poder. Así la mayor de ellas y líder mundial con el 6,1% de la cuota total de mercado, Wal-Mart, tiene unas ventas superiores a 240 mil millones de euros –cantidad que representa el volumen de ventas de sus siguientes cuatro competidores-, situándola como la 21ª economía mundial.

Cada vez más las compras de alimentos se concentran y organizan alrededor de este tipo de distribución, que para el consumidor final se está convirtiendo en la única puerta de acceso a los alimentos y en la de los productores al consumidor. Este grado de poder y control que se produce en la cadena agroalimentaria está suponiendo importantes impactos en todos los eslabones de ella. Después de hacerse con gran parte de las porciones del pastel de la distribución alimentaria; de desplegar e imponer condiciones de poder, hegemonía y negociación ante sus proveedores y usuarios, en una coyuntura de crisis y depresión económica como la actual, las más importantes cadenas siguen manteniendo sus márgenes y crecimiento imparable, a costa de ajustar a la baja los precios y condiciones de compra a sus proveedores y forzar al alza los de la cesta de la compra.

Índice de precios en origen y destino

El anterior fenómeno es uno de los elementos que revela desde el mes de junio de 2008 el observatorio conocido como Índice de Precios en Origen y Destino (IPOD), y que mes a mes examina y compara los precios registrados en origen y destino en 32 alimentos básicos de nuestra cesta, y que desde ya hace muchos, confirma que el IPOD general (agricultura + ganadería) se multiplica por un número variable de veces, numerosas frecuentemente, hasta que llega al consumidor, manifestando el desequilibrio existente en el mercado de productos agrarios, dominado por la gran distribución comercial.

La encuesta de agosto de 2009 indica que el IPOD general fue del 4,78 (5,27 en productos agrícolas y 3,05 en ganadería). De la huerta a la mesa los productos multiplican su precio de origen hasta el consumidor: la patata multiplica su precio por 17; la cebolla por 11,67; el ajo por 4,39; el melón por 6,20 y así las restantes frutas y hortalizas. De la granja a la mesa ocurre lo mismo con carnes, huevos y leche de vaca.

Efectos nocivos del sistema sobre los productores

Las grandes cadenas, lo que ha quedado en llamarse gran distribución alimentaria, probablemente por razones de eficiencia y dimensión, selecciona y diferencia a sus proveedores, entre los que raramente se encuentran las producciones de las pequeñas y medianas explotaciones, a no ser que estén integradas en estructuras comerciales mayores. Generalmente las grandes cadenas prefieren aquellas producciones procedentes de un tipo de agricultura, ganadería y pesca de carácter industrial, menos sostenible y donde no tienen espacio los pequeños productores.

Las exigencias unilaterales impuestas por las cadenas en relación al tipo, cantidad y características de los alimentos; las limitaciones en los precios, las estrictas estipulaciones contractuales o la dilación en el tiempo de pago a proveedores, son aspectos que impiden a los pequeños productores estar en este importante canal comercial, que con el paso del tiempo, se está convirtiendo en el único.

Pero también ahora los sistemas industriales locales y regionales, que abastecen a las grandes cadenas, sufren igualmente las consecuencias de la deslocalización productiva y comprueban como la gran distribución, cada vez más, por estrategias y políticas ventajosas de precios, prefiere importar los productos alimentarios de áreas geográficas alejadas, relegando las producciones locales y regionales a un segundo plano.

Queda patente que son muchos los problemas existentes en la cadena de distribución agroalimentaria, siendo los pequeños y medianos productores los que directamente los soportan en forma de disminución de sus rentas y recorte de los precios a la baja. A los aspectos negativos señalados en forma de crecientes exigencias, sistemas de pago leoninos, crecimiento de las importaciones, hay que sumar también la devolución injustificada de productos, la no remuneración de los costes de producción o la inexistencia de contratos-tipo, etc.

Márgenes comerciales de la distribución y Renta Agraria

La tendencia alcista del IPC de los productos de alimentación en fresco que se registra desde hace ya algunos años, no parece responder al incremento de los precios en origen, sino al crecimiento del coste de la distribución comercial, consecuencia del aumento de los servicios y/o de los beneficios de las grandes cadenas, aspectos con importante repercusión en el sistema económico.

En la última década los márgenes comerciales de distribución de frutas y hortalizas han sido crecientes. Las ganancias de productividad no se han trasladado a los precios finales sino que han ido a incrementar las rentas de los distribuidores.

La Renta Agraria en términos reales permanece por debajo de la computada en el año 1990 (13.765,70 millones de euros), y acumula en los últimos años, cifras medias negativas, que evidencian que continúa disminuyendo, lo que significa no sólo que las producciones agrarias no están generando un mayor valor añadido para los agricultores y ganaderos a pesar del gran esfuerzo inversor y de modernización del sector agrario, sino que nos encontramos ante un problema de carácter estructural importante.

A modo de conclusión y propuestas

Es incuestionable que el mercado de los productos agroalimentarios está dominado por la gran distribución, registrándose en él situaciones de falta de transparencia y prácticas especulativas. Este funcionamiento del mercado, por otro lado, provoca una injusta formación de los precios y un desproporcionado aumento de los márgenes comerciales.

Productores y consumidores, los dos eslabones extremos de la cadena, son los principales perjudicados de este sistema. Los productores porque reciben bajos precios que no remuneran su actividad y no cubren los costes de producción de los alimentos que obtienen. Los consumidores porque pagan precios excesivos en relación a lo que valen en origen.

La evidencia de acciones y prácticas fraudulentas en el mercado como el dumping comercial o la venta a pérdidas, que perjudican directamente a los eslabones extremos de la cadena, debería ser una llamada de atención a las administraciones competentes, que mediante su actuación, podrían establecer mecanismos que impidan estas prácticas, faciliten un mejor conocimiento y transparencia del mercado, así como de los factores que intervienen en la formación de los precios de los productos alimenticios.

Las importaciones de productos agroalimentarios debería ser otro de los campos de actuación en materia de su mejor control y de salvaguardia de la seguridad de los consumidores. Los productos agroalimentarios importados deben cumplir los mismos requisitos de calidad, salubridad y sostenibilidad que se exigen a los productores comunitarios. No puede existir competencia leal y transparente mientras esto no se cumpla, como así está ocurriendo.

La mejora de la información al consumidor y el conocimiento del valor real de los productos podría alcanzarse mediante el sistema del doble etiquetado (precios origen-precios destino) y así evitar las continuas distorsiones de ellos.

Por último, y como así lo tienen aprobado las Cortes, desarrollar la Ley de Comercio, que faculta al Gobierno en el caso de tratarse de productos de primera necesidad, a fijar los márgenes de comercialización en la distribución de los productos frescos de alimentación que presentan fuertes oscilaciones estacionales en los precios de origen y en los precios de venta al público.