Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

viernes, 29 de enero de 2010

Me caí del mundo y no sé por dónde se entra. (Para mayores de 30)


Lo que me pasa es que no consigo andar por el mundo tirando cosas y cambiándolas por el modelo siguiente sólo porque a alguien se le ocurre agregarle una función o achicarlo un poco. No hace tanto, con mi mujer, lavábamos los pañales de los críos, los colgábamos en la cuerda junto a otra ropita, los planchábamos, los doblábamos y los preparábamos para que los volvieran a ensuciar.

Y ellos, nuestros nenes, apenas crecieron y tuvieron sus propios hijos se encargaron de tirar todo por la borda, incluyendo los pañales. ¡Se entregaron inescrupulosamente a los desechables! Si, ya lo sé.
A nuestra generación siempre le costó botar. ¡Ni los desechos nos resultaron muy desechables! Y así anduvimos por las calles guardando los mocos en el pañuelo de tela del bolsillo.

¡¡¡Nooo!!! Yo no digo que eso era mejor. Lo que digo es que en algún momento me distraje, me caí del mundo y ahora no sé por dónde se entra. Lo más probable es que lo de ahora esté bien, eso no lo discuto. Lo que pasa es que no consigo cambiar el equipo de música una vez por año, el celular cada tres meses o el monitor de la computadora todas las navidades.

¡Guardo los vasos desechables! ¡Lavo los guantes de látex que eran para usar una sola vez! ¡Los cubiertos de plástico conviven con los de acero inoxidable en el cajón de los cubiertos! ¡Es que vengo de un tiempo en el que las cosas se compraban para toda la vida! ¡Es más! ¡Se compraban para la vida de los que venían después! La gente heredaba relojes de pared, juegos de copas, vajillas y hasta palanganas de loza.

Y resulta que en nuestro no tan largo matrimonio, hemos tenido más cocinas que las que había en todo el barrio en mi infancia y hemos cambiado de refrigerador tres veces. ¡¡Nos están fastidiando!! ¡¡Yo los descubrí!! ¡¡Lo hacen adrede!! Todo se rompe, se gasta, se oxida, se quiebra o se consume al poco tiempo para que tengamos que cambiarlo. Nada se repara. Lo obsoleto es de fábrica.

¿Dónde están los zapateros arreglando las media-suelas de los tenis Nike? ¿Alguien ha visto a algún colchonero escardando colchones casa por casa? ¿Quién arregla los cuchillos eléctricos? ¿El afilador o el electricista? ¿Habrá teflón para los hojalateros o asientos de aviones para los talabarteros? Todo se tira, todo se desecha y, mientras tanto, producimos más y más y más basura.

El otro día leí que se produjo más basura en los últimos 40 años que en toda la historia de la humanidad.
El que tenga menos de 30 años no va a creer esto: ¡¡Cuando yo era niño por mi casa no pasaba el que recogía la basura!! ¡¡Lo juro!! ¡Y tengo menos de... años! Todos los desechos eran orgánicos e iban a parar al gallinero, a los patos o a los conejos (y no estoy hablando del siglo XVII). No existía el plástico ni el nylon. La goma sólo la veíamos en las ruedas de los autos y las que no estaban rodando las quemábamos en la Fiesta de San Juan.

Los pocos desechos que no se comían los animales, servían de abono o se quemaban. De 'por ahí' vengo yo. Y no es que haya sido mejor. Es que no es fácil para un pobre tipo al que lo educaron con el 'guarde y guarde que alguna vez puede servir para algo', pasarse al 'compre y bote que ya se viene el modelo nuevo’. Hay que cambiar el auto cada 3 años como máximo, porque si no, eres un arruinado. Así el coche que tenés esté en buen estado. Y hay que vivir endeudado eternamente para pagar el nuevo!!!! Pero por Dios.

Mi cabeza no resiste tanto. Ahora mis parientes y los hijos de mis amigos no sólo cambian de celular una vez por semana, sino que, además, cambian el número, la dirección electrónica y hasta la dirección real.
Y a mí me prepararon para vivir con el mismo número, la misma mujer, la misma casa y el mismo nombre (y vaya si era un nombre como para cambiarlo) Me educaron para guardar todo. ¡¡¡Toooodo!!! Lo que servía y lo que no. Porque algún día las cosas podían volver a servir. Le dábamos crédito a todo.

Si, ya lo sé, tuvimos un gran problema: nunca nos explicaron qué cosas nos podían servir y qué cosas no. Y en el afán de guardar (porque éramos de hacer caso) guardamos hasta el ombligo de nuestro primer hijo, el diente del segundo, las carpetas del jardín de infantes y no sé cómo no guardamos la primera caquita. ¿Cómo quieren que entienda a esa gente que se desprende de su celular a los pocos meses de comprarlo?

¿Será que cuando las cosas se consiguen fácilmente, no se valoran y se vuelven desechables con la misma facilidad con la que se consiguieron? En casa teníamos un mueble con cuatro cajones. El primer cajón era para los manteles y los repasadores, el segundo para los cubiertos y el tercero y el cuarto para todo lo que no fuera mantel ni cubierto. Y guardábamos…

¡¡Cómo guardábamos!! ¡¡Tooooodo lo guardábamos!! ¡¡Guardábamos las tapas de los refrescos!! ¡¿Cómo para qué?! Hacíamos limpia-calzados para poner delante de la puerta para quitarnos el barro. Dobladas y enganchadas a una piola se convertían en cortinas para los bares. Al terminar las clases le sacábamos el corcho, las martillábamos y las clavábamos en una tablita para hacer los instrumentos para la fiesta de fin de año de la escuela. ¡Tooodo guardábamos!

Cuando el mundo se exprimía el cerebro para inventar encendedores que se tiraban al terminar su ciclo, inventábamos la recarga de los encendedores descartables. Y las Gillette -hasta partidas a la mitad se convertían en sacapuntas por todo el ciclo escolar. Y nuestros cajones guardaban las llavecitas de las latas de sardinas o del corned-beef, por las dudas que alguna lata viniera sin su llave. ¡Y las pilas! Las pilas de las primeras Spica pasaban del congelador al techo de la casa. Porque no sabíamos bien si había que darles calor o frío para que vivieran un poco más. No nos resignábamos a que se terminara su vida útil, no podíamos creer que algo viviera menos que un jazmín.

Las cosas no eran desechables. Eran guardables. ¡¡¡Los diarios!!! Servían para todo: para hacer plantillas para las botas de goma, para pone r en el piso los días de lluvia y por sobre todas las cosas para envolver. ¡¡¡Las veces que nos enterábamos de algún resultado leyendo el diario pegado al trozo de carne!!!

Y guardábamos el papel plateado de los chocolates y de los cigarros para hacer guías de pinitos de navidad y las páginas del almanaque para hacer cuadros y los goteros de las medicinas por si algún medicamento no traía el cuentagotas y los fósforos usados porque podíamos prender una hornalla de la Volcán desde la otra que estaba prendida y las cajas de zapatos que se convirtieron en los primeros álbumes de fotos y los mazos de naipes se reutilizaban aunque faltara alguna, con la inscripción a mano en una sota de espada que decía 'éste es un 4 de bastos'.

Los cajones guardaban pedazos izquierdos de pinzas de ropa y el ganchito de metal. Al tiempo albergaban sólo pedazos derechos que esperaban a su otra mitad para convertirse otra vez en una pinza completa.
Yo sé lo que nos pasaba: nos costaba mucho declarar la muerte de nuestros objetos. Así como hoy las nuevas generaciones deciden 'matarlos' apenas aparentan dejar de servir, aquellos tiempos eran de no declarar muerto a nada: ¡¡¡ni a Walt Disney!!!

Y cuando nos vendieron helados en copitas cuya tapa se convertía en base y nos dijeron: 'Cómase el helado y después tire la copita', nosotros dijimos que sí, pero, ¡¡¡minga que la íbamos a tirar!!! Las pusimos a vivir en el estante de los vasos y de las copas. Las latas de arvejas y de duraznos se volvieron macetas y hasta teléfonos. Las primeras botellas de plástico se transformaron en adornos de dudosa belleza. Las hueveras se convirtieron en depósitos de acuarelas, las tapas de botellones en ceniceros, las primeras latas de cerveza en portalápices y los corchos esperaron encontrarse con una botella. Y me muerdo para no hacer un paralelo entre los valores que se desechan y los que preservábamos.

¡¡¡Ah!!! ¡¡¡No lo voy a hacer!!! Me muero por decir que hoy no sólo los electrodomésticos son desechables; que también el matrimonio y hasta la amistad son descartables. Pero no cometeré la imprudencia de comparar objetos con personas…

Me muerdo para no hablar de la identidad que se va perdiendo, de la memoria colectiva que se va tirando, del pasado efímero. No lo voy a hacer. No voy a mezclar los temas, no voy a decir que a lo perenne lo han vuelto caduco y a lo caduco lo hicieron perenne. No voy a decir que a los ancianos se les declara la muerte apenas empiezan a fallar en sus funciones, que los cónyuges se cambian por modelos más nuevos, que a las personas que les falta alguna función se les discrimina o que valoran más a los lindos, con brillo, pegatina en el cabello y glamour.

Esto sólo es una crónica que habla de pañales y de celulares. De lo contrario, si mezcláramos las cosas, tendría que plantearme seriamente entregar a la 'bruja' como parte de pago de una señora con menos kilómetros y alguna función nueva. Pero yo soy lento para transitar este mundo de la reposición y corro el riesgo de que la 'bruja' me gane de mano y sea yo el entregado.

Eduardo Galeano, periodista y escritor uruguayo

domingo, 24 de enero de 2010

Nueva gramática de la lengua española


Es la primera gramática académica desde 1931 y ofrece el resultado de once años de trabajo de las veintidós Academias de la Lengua Española, que fijan la norma lingüística para todos los hispanohablantes. El objetivo de las Academias es conseguir que la nueva gramática, en sus diferentes versiones, llegue a todos los hispanohablantes: A los usuarios y a los especialistas e investigadores; a los que tienen el español como primera o segunda lengua, y a los profesores de español en los diversos niveles académicos.

El género: ejemplos de uso

El género es una propiedad de los nombres y de los pronombres que tiene carácter inherente y produce efectos en la concordancia con los determinantes, los adjetivos…, y que no siempre está relacionado con el sexo biológico.

Se admiten las alternancias: “Ella es el miembro (o la miembro) más notable del equipo”.
Pero “miembra” no se recomienda. Genero no es igual que sexo. Las personas no tenemos género, tenemos sexo. De ahí, que la expresión “violencia de género” sea incorrecta porque la violencia la cometen las personas, no las palabras. En nuestra lengua se debe decir violencia sexual o violencia doméstica, como indica la Real Academia Española (RAE).

Reiteraciones innecesarias

Tampoco se acepta la utilización redundante del masculino y del femenino: “La mayor parte de los ciudadanos y de las ciudadanas” es un circunloquio innecesario. El criterio básico de cualquier lengua es economía y simplificación. Obtener la máxima comunicación con el menor esfuerzo posible, no diciendo con cuatro palabras lo que puede resumirse en dos.

A lo largo de los últimos años, destacados miembros de la RAE han venido rebatiendo la actual tendencia al desdoblamiento indiscriminado del sustantivo en su forma masculina y femenina.

La osadía de la ignorancia

Una comisión del parlamento andaluz se dirigió a la RAE solicitando un informe sobre la corrección de los desdoblamientos tipo “diputados y diputadas, padres y madres, niños y niñas”, etcétera. La RAE respondió puntualizando que tales piruetas lingüísticas son innecesarias.
El empleo de circunloquios y sustituciones inadecuadas: “diputados y diputadas electos y electas” en vez de “diputados electos”, o llevaré “los niños y las niñas al colegio” en vez de “llevaré los niños al colegio” resulta empobrecedor, artificioso y ridículo. Arturo Pérez-Reverte.

El Ministerio de Desigualdad

Junto al machismo, que subordina todo al ser macho, han creado el hembrismo. Y han olvidado lo central, el ser hombre, en sus dos vertientes. El mundo se reduce a sexo: ese es el lema de esta moderna herejía. Ahora comprenderán su reflejo lingüístico. Primero confunden género y sexo: una silla es femenino pero no hembra, un sillón es masculino pero no macho...

El género común es útil, evita pérdidas de tiempo, sintetiza abarcando ambos géneros y ambos sexos: es más económico decir, “dejad que los niños se acerquen a mí” que decir “los niños y las niñas”.

Resulta estúpido y lingüísticamente incorrecto el uso de “para todos y todas”, “los compañeros y las compañeras”, “los vascos y las vascas” matraca políticamente correcta, al decir de sus usuarios. Gregorio Salvador. Sustituir “los funcionarios” por “los funcionarios y las funcionarias”, es tonto e inútil, destroza la economía del lenguaje. Es grotesco. Francisco Rodríguez Adrados.

La arroba no es una letra

Para evitar las engorrosas repeticiones a que da lugar la reciente e innecesaria costumbre de hacer siempre explícita la alusión a los dos sexos (los niños y las niñas, los ciudadanos y ciudadanas, etc.) ha comenzado a usarse el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico para integrar en una sola palabra las formas masculina y femenina del sustantivo, ya que este signo parece incluir en su trazo las vocales a y o: l@s niñ@s. Debe tenerse en cuenta que la arroba no es un signo lingüístico y, por ello, su uso en estos casos es inadmisible desde el punto de vista normativo; a esto se añade la imposibilidad de aplicar esta fórmula integradora en muchos casos sin dar lugar a graves inconsistencias, como ocurre en Día del niñ@, donde la contracción del solo es válida para el masculino niño.

La arroba es un símbolo que se utilizaba para representar la unidad de masa llamada arroba: @ (plural @@). Peso equivalente a 11,502 Kg. (En Aragón, peso equivalente a 12,5 kg). En la actualidad es muy conocido por los usuarios de informática pues se utiliza para indicar «en» (at en inglés) en las direcciones de correo electrónico y otros servicios en línea que utilizan el formato usuario@servidor.

Durante buena parte del comienzo y mitad del siglo XX, fue un símbolo usado en los libros de texto como representación del área, especialmente en libros de matemática e ingeniería. Carlos G. de Castro Expósito

Las lenguas evolucionan, pero evolucionan con el uso popular no con imposiciones políticas de arriba hacia abajo.

viernes, 15 de enero de 2010

Cuando la honradez no es digna de amparo

“Paren este mundo que me bajo”, ese era un lema de los sesenta, en el que se trataba de mostrar el rechazo a un mundo que caminaba hacia su autodestrucción ética, moral y física por la guerra del Vietnam.

Cada vez que llegan noticias sobre Seseña y su actual alcalde, Manuel Fuentes, es para pedir una parada de emergencia y bajarnos, porque muchas veces la resignación o aceptación de las “normas establecidas” es para salir pitando y que aquí se queden con su mundo, leyes y normas.

Me resisto a aceptar como “normalidad democrática” el que subamos a los altares al alcalde de Vic y su equipo de gobierno, por alardear de incumplir la Ley y los principios fundamentales de los derechos humanos, como acaban de hacer, y asistir impasible a un nuevo ataque contra Fuentes, ahora un millón de euros de fianza –luego rectificados a diez mil-, por otra demanda por injurias, cuando lo único que hace es defender la HONRADEZ DE LA ADMINISTRACIÓN Y DEL EJERCICIO DEL CARGO PÚBLICO.

Será legal, pero injusto, indignante, insultante para la ciudadanía, para Fuentes, y para el conjunto del Estado de Derecho y sus Instituciones democráticas.

Si el premio a la honradez en la política, es estar continuamente en el banquillo de los acusados y desembolsando fianzas, nos debemos preguntar de una vez por todas si estamos de verdad en un Estado de Derecho y en una Democracia, o solamente en una monarquía bananera, en el que la “Justicia” es la herramienta de los poderosos para defenderse de los pueblos.

Tengo el timbre a mano, aunque Manolo no merece dejarlo solo en este viaje, pero maldigo y aborrezco la toga que parió esta fianza, así que saldré a defender su DIGNIDAD que es la de TODOS en la Marcha contra la corrupción a Madrid de los días 30 y 31 de enero.

Miguel Ramírez Muñoz, Ciudad Real.