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viernes, 22 de abril de 2011

LA CARA OCULTA DE LIBIA


Las revueltas sociales en el Norte de África y en otros lugares del mundo musulmán, han dado lugar a que EE.UU. y sus socios vuelvan a la carga contra Libia. El pretexto es un supuesto bombardeo de civiles, sobre el que yo al menos tengo mis dudas, no sea que se repita el caso de las armas de destrucción masiva.


Para ello utilizan a la OTAN, una organización más que desprestigiada que –esta sí- no solo masacra población civil un día sí y otro también (47 civiles afganos, hace unos días) sino que ha llegado a hacer publicidad de su armamento con bombardeos sobre grupos de personas que enarbolaban banderas blancas (documental sobre Irak, del Canal 24 horas, retransmitido hace unas semanas) y que quedaron convertidas en una carnicería. La OTAN, como un Polifemo que necesitara devorar personajes y países periódicamente, se dispone ahora a atacar a Libia. ¿Pero quiénes son los que van a dar a Libia lecciones de derechos humanos? ¿Los de Guantánamo, los que torturan prisioneros y realizan asesinatos selectivos, los que ocasionaron un millón de muertos en Iraq?


A Libia hay que situarla en su contexto geográfico, que no es Europa. Pero sus dirigentes no tienen nada que ver con los de Egipto o Túnez (en donde hay tanta pobreza), ni con los de los Emiratos Árabes, Kuwait… u Omán (a la celebración de los 40 años en el poder de este sátrapa TVE le dedicó 10 minutos de telediario), por referirnos a algunos tan agasajados últimamente. En Libia se ha repartido la riqueza.



La política libia –que no se puede medir con parámetros occidentales- es el resultado de un delicado equilibrio entre tribus y clanes, a través del Congreso Popular General, con un sistema de representación directa, la Jamahiriya, basada en asambleas y comités populares, a nivel local, regional y nacional. El objetivo de Gadafi era lograr un sistema político intermedio entre el capitalismo y el comunismo, que les ha funcionado, hasta el punto de que Libia tiene la mayor renta per cápita de África. Y el mayor índice de desarrollo humano de ese continente, según el Programa PNUD, de la ONU (pueden comprobarlo por Google). Es decir los mayores logros en sanidad, en educación, en renta familiar, en longevidad, etc. de toda África. Los niños están todos escolarizados y para los estudiantes que lo deseen el Gobierno libio concede becas en el extranjero (estudios, máster, especialidades, doctorados…) Guste o no Gadafi, esto es incuestionable.


Su sistema sanitario cuenta con las tecnologías más avanzadas y los especialistas mejor pagados del mundo. Y las rentas del petróleo benefician a toda la población, hasta el punto de que “uno de los problemas de Libia –me comentaba un amigo que conoce bien el tema- es que mucha gente ha pasado del camello al mercedes, y esto cuesta asumirlo”. De ahí se explica que este país, con 4.000.000 de habitantes tenga otros 2.000.000 de extranjeros, que son los que se dedican, entre otras cosas, a los trabajos que no quieren los libios (labores agrícolas, invernaderos, recogida de basuras, etc.) Aparte, por supuesto, de las numerosas empresas –muchas españolas- que tienen sustanciosos contratos en Libia y desplazaron ahí su personal. Libia da muchos puestos de trabajo.


Nadie vio nunca a un libio en patera, y es que, como decía D. Manuel Fraga, en aquel viaje que realizó a Libia, y que tantas críticas le acarreó: “Ustedes dirán lo que quiera, pero yo no he visto a ningún libio pidiendo limosna".


Gadafi en estos momentos, con la campaña orquestada en su contra, es un sátrapa genocida (busquen por los alrededores a quien esté limpio de polvo y paja). Pero quienes lo conocen lo definen como un coronel revolucionario e idealista, que desde pequeño destacó en sus estudios. Hijo de pastores, de la Tribu de los Gaddafa, su abuelo paterno murió combatiendo a los italianos, que invadieron el país, y su padre padeció muchos años de cárcel.


Cuando llegó al poder, nacionalizó compañías petrolíferas –como la British Petroleum, que se la tiene sentenciada- logrando el control de la economía petrolera para distribuir sus beneficios entre la población libia. Nacionalizó asimismo numerosos bancos. Otro de sus logros fue conseguir la retirada de los últimos soldados británicos, que todavía campaban en la zona fronteriza con Egipto. Se volcó en las obras públicas y en los equipamientos para su gente, siendo de mencionar su apuesta por las tecnologías punta en sectores emergentes, como el sistema de captación de agua en el desierto, basado en atrapar nubes, mediante unas estructuras metálicas, que semejan palmeras, y que han logrado una auténtica revolución verde, con la plantación de millones de árboles en ese medio hostil.


Pero… el problema de Libia es el petróleo. El 15 de abril de 1986, escuadrones de la VI Flota norteamericana y del Reino Unido atacaron con bombas y misiles numerosos objetivos libios, población civil incluida. Hanna, la hija de Gadafi de 15 años, murió en el bombardeo. El ataque fue condenado por la ONU.


Esta vez parece que lo han preparado mejor. El Consejo de Seguridad ha dispuesto embargar las cuentas de Libia, llevar a Gadafi ante un Tribunal Penal Internacional (¿Para cuándo Bush?) y prohibir la venta de armas a ese Gobierno… pero no a la oposición (clamoroso). Y en estos momentos la OTAN planea un “pasillo aéreo”, es decir atacar a Libia.


Los destructores de Iraq, se preparan ahora para destrozar un nuevo y próspero país, desarrollando el mismo programa, que pasa por una campaña previa de desprestigio de sus gobernantes y por la utilización en su estrategia, una vez más, de la Base de Rota, lo que nos convierte a los gaditanos en objetivo militar.


Pero son los libios quienes han de decidir su futuro. Y, como declaran insistentemente los opositores al Gobierno, no desean injerencias de países extranjeros.


Por nuestra parte, seguiremos oponiéndonos a que se derrame una sola gota de sangre por petróleo.


Purificación González de la Blanca. Cádiz, 1 de marzo de 2011