Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

lunes, 6 de agosto de 2012

Por tierras astures


Playa de San Lorenzo, Xixón

Vamos a Xixón, la más populosa de las ciudades asturianas en un día luminoso,  algo ventoso, y  con buena temperatura. La playa de San Lorenzo está bastante concurrida, hay trajín, típico de un domingo veraniego de agosto, aunque dicen los profesionales del ramo hostelero que la crisis está haciendo estragos. Se nota en las calles y en la gran cantidad de establecimientos de variada índole cerrados, en traspaso o venta.
La que no hace mucho fuera gran centro industrial, siderúrgico y naval, es hoy una ciudad reconvertida al turismo y a los servicios. Paseamos por el parque de Isabel La Católica, en cuyo lago hay profusión de anátidas, gaviotas y pavos reales. Esta guapo el sitio, con especies vegetales muy frondosas, aunque algo descuidado y sucio. Cerca, el estadio El Molinón, sede del descendido Sporting, y casa de una ruidosa y vocinglera afición, rápida mentora de la madre del trencilla, contrincante en juego o quien se ponga a tiro en ese momento. Es un recinto cuidado exteriormente y que no desentona con los alrededores, donde se sitúa también la Feria de Muestras de Asturias, el Palacio de los Deportes y la campa donde se celebra el mercadillo semanal.
 La mayor parte de los puestos de venta de textil, calzado, herramientas, almoneda, libros, etc. está en manos de ambulantes gitanos asturianos, los que en sus orígenes no muy lejanos por estas tierras se dedicaban al trato del ganado caballar y mular, al mimbre y a penar la bají. Por lo que ellos mismos dicen, la venta ambulante es hoy la principal actividad económica de las familias calós sedentarizadas y en proceso de adaptación e integración en la sociedad actual. Atrás ha quedado el desempeño de trabajos de escasa cualificación y remuneración como peones en la construcción y carreteras, limpieza de altos hornos, la compra-venta de chatarra y cartón, o hasta la recogida otoñal de caracoles y campañas agrícolas. Ya no quedan gitanos esquiladores, ni artistas, ni bandoleros, ni aquellos otros a los que se prohibió hace un par de siglos vagar de un lado a otro por los caminos como jinetes.
Se nos ha hecho tarde para comer. Todos los sitios de comidas donde entramos están hasta arriba de gente, bendita crisis, y otros, con poco servicio de atención, lo que puede convertir la pitanza en un ejercicio de dos o tres horas, y máxime con la costumbre asturiana de los tres platos, aun siendo el llamado eufemísticamente menú turístico. Volvemos a Lluanco por la costa, donde la sidrina está fresca en el bar del muelle, y ya no cierran la cocina, y a cualquier hora del día te puedes comer unas parrochas, unos bígaros, unos chopitos, una porción de queso cabrales o lo que se tercie. Ah y que no falte el arroz con leche.
Mañana toca Avilés, de la que estos días se habla, entre otras cosas, de las facturas de gastos del fenómeno social e internacional del Centro Niemeyer. Mañana más si da de sí la coyuntura.