Mijaíl
Koltsov (i) y el militar republicano Enrique Líster (d)
Uno de los
nuestros
Entre el año
1936 y 1937 en el pueblo no vivía un alma, la población estaba en las
labranzas. La línea divisoria entre el frente nacional y el republicano era el
río Tajo. La margen derecha estaba ocupada por los golpistas sublevados, que
aprovechaban el cerro del castillo de Villalba, para disparar de vez en cuando
sobre el pueblo artillería pesada, de ahí el éxodo a las labranzas. El
ayuntamiento estaba en Casa de Vacas, camino de San Martín.
Luis tenía
entonces 16 años, vivía con su familia en la Coscoja. Un día, sin avisar a los
suyos, y en compañía de otro compañero, y atendiendo la llamada de las
Juventudes Socialista Unificadas, se escapa para ingresar como soldado
voluntario del Ejército Popular republicano. Hacen el camino de noche a pie
hasta Los Navalmorales, donde llegan de madrugada. De allí pasan a Mora, donde
estaba el centro de alistamiento.
Les ponen
pegas por no llevar autorización paterna. Pasan luego a Orgaz donde reciben
adiestramiento militar, principalmente manejo de armas. Tras meses de
instrucción son trasladados al frente de Córdoba en Pozoblanco. Parten en
ferrocarril desde la estación de Urda. Durante el viaje y ya pasado
Despeñaperros, les acosan dos Junkers alemanes, que sobrevuelan insistentemente
el convoy, que también transporta civiles. Ante un eminente ataque el tren se
detiene, y los pasajeros se refugian bajo olivares y encinares limítrofes,
desde donde presencian cómo los aviones sueltan algunas bombas que no alcanzan
el objetivo, pero que impresionan por la violencia y estruendo de las
explosiones, que provocan enormes socavones, nubes de tierra, polvo y metralla,
que impacta sobre algunos vagones, no causando bajas humanas, pues los viajeros
están resguardados a distancia.
Entra por
primera vez en batalla en Pozoblanco (6-16 abril 1937) donde maneja un fusil
ametrallador ruso, forma parte la 86 Brigada
española, 63 División, 8º Cuerpo del Ejército Popular, 3er. Batallón, 3ª
Compañía. Relata las numerosísimas bajas que sufren las fuerzas
moras y regulares al mando del general fascista Queipo de Llano. Tras la
batalla, durante días y días no paran de recoger cadáveres y quemar en piras
cuerpos. Recuerda el brillo en la noche de los sables que portan las
caballerías moras. De cómo estas avanzan con los jinetes recostados para no ser
vistos, y que incorporan sus cuerpos al toque de la trompeta. Aún así caen como
moscas.
Participa en
la contienda en Andalucía y Extremadura.
El 1 de abril de 1939 le comunican que tiene dos alternativas: o
entregarse a los ganadores o tirarse al monte. Elije la primera, y
sorprendentemente, a pesar de haber sido voluntario, y tras una serie de
casualidades y sucesos rocambolescos, salva el pellejo y consigue regresar de
Villanueva de Córdoba a Malpica, donde se presenta al jefe de la Falange. Entre
los años 1941-1945 es obligado a incorporase a las filas del ejército de
Franco. Pasa este período en Mahón y Madrid.
A pesar de
su avanzada edad, mantiene la mente despejada y recuerda, recuerda…, aunque hay
cosas que ha ido olvidando. Le enseñé las fotografías de Robert Capa sobre la
Guerra Civil Española, que miró y remiró pausadamente buscándose en una mirada,
un gesto, un uniforme, un puente, un fusil… Esto me sirve para recordar que
tengo que devolver el libro de memorias de Enrique Lister que me dejó.