Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

viernes, 5 de julio de 2013

Diario del estío (VIII)




Bebiendo a galga

Ha llegado el calor
Esta mañana temprano, entre dos luces, salí pitando hacia Madrid en dirección al hospital de Majadahonda. El termómetro del coche marcaba ya 24º C y la radio cantaba en el centro peninsular temperaturas que podían llegar a los 38º C. La nacional V llevaba tráfico como todas las mañanas de un día laboral, y a la altura de Móstoles, la primera retención, y hasta el empalme con la M-50 circulación lenta, que más adelante, en los túneles del Pardo, también había.
He llegado al hospital alrededor de las ocho, con tiempo, y la sensación de menos gente de lo habitual. Es tan grande, tiene tantos pasillos, dependencias, mostradores…, que cuando hay poco movimiento se nota. Hasta he llegado a preguntar si había algún paro o huelga, porque he visto a un tío con una trompetilla de esas que hacen ruido, y he pensado que la llevaba para dar la murga en algún sitio. Pero no, el hospital que estos meses atrás ha estado empapelado, movilizado y en lucha contra las privatizaciones sanitarias, hoy sólo estaba de día de verano, en el que la afluencia de pacientes empieza a ser menor.
La cafetería de la segunda planta estaba hasta arriba, mucha bata blanca y verde del personal sanitario. El trámite al que he ido ha siso rápido: entrega en farmacia del sobrante del tratamiento fallido contra el VHC y petición de cita, que en un papelito, me han dado para el día 22 de este mes. Mucha suerte la mía obtener cita en tan solo dos semanas. Sea por las veces que me tiro hasta tres meses o más.
Desando el camino hasta la nacional V, luego dirección Madrid hasta la M-40 y salida en el Hospital 12 de octubre. Este es de los viejos y se nota en la construcción y los equipamientos, pero dicen que es de los mejores de la capital y con un personal de alta cualificación. Por la zona de Madrid donde se ubica atiende a una población muy alta, y así se nota por el ajetreo que hay. Allí tengo a un familiar reponiéndose a duras penas de una agresiva operación de digestivo, y aprovecho para hacer una visita, mala hora pues las auxiliares están en pleno zafarrancho de aseos y limpiezas. Espero un rato y luego me voy.
Cuando salgo del hospital a eso del mediodía hace ya un calor sofocante y el Sol pega de lo lindo. Cojo el coche y vuelta a casa. Por el camino me entra soñarrera, peligro inminente, me paro, estiro las piernas, tomo algo de líquido, y parece que se va. Más adelante otra vez, así que por experiencia, busco una sombra y doy una cabezada de diez minutos. Asunto arreglado, riesgo superado.
De comida dieta líquida y ligera: gazpacho fresquito, crema de calabacín -de los primeros del huerto-, arroz tres delicias y melocotón en almíbar. De la tarde mejor ni hablar. Es conveniente no salir, estar bajo cobijo, y protegido de esta inclemencia que amenaza ser más fuerte este fin de semana.
Esperemos que esta noche refresque algo y corra la brisa, y así poder descansar. La acumulación de noches sin un buen descanso, hace mella y te pone, aparte del cansancio, de mala leche. Muy apropiada para los tiempos que vivimos.