Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

sábado, 3 de agosto de 2013

Diario del estío (XXXVI)




De huesos y rechupeteos
Hoy hay poco que contar. Más bien ha sido un día anodino, con sordina, de esos que es mejor pasar página. Desde temprano me he enfrascado en lo de todos los sábados: compra de la semana, preparar comida y chapuzón en la piscina –más concurrida de lo normal-. Luego comida, siesta y al última hora, un poco de trabajo y ejercicio en la huerta rozando la hierba de las papas, que mañana las saco con la fresca. Me va ayudar Pistolas que tiene un apero acoplado a la mula mecánica que  escarba el lomo y las va dejando sobre tierra, para luego recogerlas y transportarlas con el carrillo del quad. Hay que aprovechar los recursos mecánicos de que se disponen y evitar trabajos físicos innecesarios.
Hemos quedado a las siete, entre dos luces. Espero que en un par de horas nos hayamos ventilado la faena y que a esas horas, con la fresca, no pasemos sofocos. Son papas colorás, dan menos rendimiento pero se conservan mejor que las variedades blancas, y para mi gusto, tienen mejor comer: carne prieta y firme de color amarillento, buenas para freír y cocer. Las pequeñas arrugadas al estilo canario, están de cine.
Hoy he guisado un conejo pequeño, de granja. Tienen la carne más blanca y tierna que los camperos, por lo que se guisan antes que estos. La receta con algunas variaciones es parecida a la antigua entrada Conejo al ajillo. Últimamente estoy consiguiendo darle el mismo punto y sabor a este tipo de guisos, cosa que no es fácil, y a la que se llega con la medida y proporción de los ingredientes, cuidando los detalles, y evidentemente, con la práctica. El que la carne proceda de un medio u otro tiene su importancia para darle el tiempo de cocción necesario, y no quedarte corto en la terneza o pasarte. A mí me gustan las tajadas magras, pero los dos comensales que me acompañaron en la pitanza, son más de huesos y rechupeteos. Da gusto comprobar los gestos agradecidos que proporcionan los sabores en su medida. Que os aproveche.