Nunca discutas con un imbécil, te hará descender a su nivel y allí te ganará por experiencia

Si vienes con un problema y no traes la solución, tu eres parte del problema

domingo, 28 de septiembre de 2014

Dejarnos vivir






Hoy, a esta hora tardía, llueve sobre Madrid, copiosamente. No para, la ciudad se ralentiza, se hace torpe y peligrosa en los movimientos. Aumentan las dudas. El río esta mañana también acusaba la tromba caída de madrugada. Cambió su color gris por el verde amarronado, subió el nivel. Augura buena otoñada. Pero esto no es todo. Hoy puedo decir, con contenida esperanza y alguna que otra duda –por mi desconfianza innata-, que la jornada pasará a ser de las mejores de los últimos años.

La ministra de los globos festivos y jaguares en garaje ha hecho público –por fin-, que el Ministerio de Sanidad se hará cargo del fármaco Sofosbuvir –la penicilina de la hepatitis-, que en un 90% de los casos cura la enfermedad, y que el tratamiento empezará a suministrarse en octubre, a aquellos pacientes que lo precisen.

Yo debo de estar entre ellos si se valora mi situación actual extrema y antecedentes clínicos, después de unos cuantos años deslizándome sobre el filo de la navaja y del tratamiento fallido de hace dos con la terapia tradicional. En buena lógica debería ser así, aunque con esta gente nunca se sabe, son los mismos que han vendido la sanidad pública que tanto nos ha costado, los que la han mercantilizado y privatizado.

Hasta ayer quien quería someterse al nuevo tratamiento “valorado” en 60.000€ tenía que costeárselo de su bolsillo o endeudarse hasta las cejas. Es el mismo tratamiento que no vale lo mismo en Europa que en países pobres o en vías de desarrollo, donde la farmacéutica Gilead lo comercializa a un 10% de su valor en el mercado occidental en el que no hay la misma demanda.

Al margen de su coste, la enfermedad del VHC es una lacra mundial. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) es un problema que afecta a cerca de 150 millones de personas. En España hay 500.000 personas infectadas y se le achacan anualmente 4.000 muertes en pacientes que llegan desahuciados al último estadio de la enfermedad denominado F-4, hablando en plata cirrosis y cáncer hepático.

El otoño viene lluvioso, ojalá continúe así y limpie esta inmundicia que actualmente decide y gestiona sobre el sistema de salud pública. Fuera, fuera ya de una vez ¡¡ Dejarnos vivir.

miércoles, 9 de julio de 2014

Empezando a apuntar




El primero en llegar con chaleco fosforito me preguntó que cómo me encontraba. Bien, le dije.  Bastante aturdido aún pregunte qué había pasado. No se preocupe, me contestó, ya vienen de camino las asistencias. Al poco rato apareció un picoleto con gorra de plato, chaleco y ese pifanillo de luz fluorescente amarillenta. Me fusiló en el acto: a qué velocidad iba, llevaba el cinturón, me espetó. Nada de cómo está, le duele algo, no que va… Hijo de la gran puta¡¡¡ y con las mismas se fue.
Estaba encajonado en el asiento, apenas me podía mover, me dolía el pecho y empezaba a notar el frio de la madrugada. A duras penas recogí los enseres a mí alrededor. Las gafas que salieron volando, el móvil, apagué la radio, quité el contacto. De la parte delantera salía humo. El airbag me dijeron luego. El ambiente del habitáculo estaba espeso y picante,  también del gas que expulsa el sistema de protección.
Llegó una ambulancia que se situó delante. Había uno de atestados sacando fotos, la Benemérita volvía a la escena, pero sólo a tomar nota. Luego los bomberos, los putos amos del asunto. Pusieron a cada uno en su sitio y con destreza y rapidez me sacaron del vehículo en una operación limpia. De ahí a la camilla, a la ambulancia y al hospital.
Había vuelto a nacer. Escapé otra vez con vida de esos sucesos que nos ocurren, que no avisan y de los que inexplicablemente salimos indemnes o casi. En esta ocasión todo fue tan rápido, que no hubo tiempo para repasar mentalmente nada, como dicen algunos en similares trances que ocurre: toda tu vida se concentra en segundos y pasa en un fogonazo por tu imaginación.
No, ahora no. Me agarré con todas mis fuerzas al volante y noté como del impacto, el motor caía al suelo y el vehículo se arrastraba un trecho largo, hasta que quedó detenido en la mediana. Silencio, asfixia, dolor y rabia. Que había pasado. Alguien que me precedía se despistó, se salió de la vía, volvió a entrar, choco con la mediana y quedó atravesado. Me lo llevé por delante. No vi nada, ni luces, ni destellos, solo un bulto atravesado cuando estaba a pocos metros de él, y ya no era posible sortearle.
Todos me hablan de la buena suerte que he tenido. Cierto. Que me olvide de los daños, que lo importante es poderlo contar. Son una serie de sartas y latiguillos que se dicen en ocasiones de este tipo. Está bien, si, pero no te puedes olvidar de la imagen del instante fatídico. Se te aparece en el momento más insospechado, se repite machaconamente, te hace encogerte en sueños, y ahí está la muy condenada y estúpida. Persiguiéndote como una bicha mala.
Han pasado los días y sigues recuperándote lentamente del shock, de las lesiones físicas, algunas de las cuales no tienen remedio, ya que han venido a agudizar otras óseas que ya había. Vuelves a intentar encajar tu vida y actividad en la rutina habitual, y poco a poco lo vas consiguiendo. No sin dificultad y malos ratos.
Piensas. Estás hecho ya un carcamal. Lleno de achaques y goteras. Te vas encorvando como los viejetes, sólo te falta la boina y la garrota. Tengo que irme de aquí, llevo tentando la suerte mucho tiempo, y hasta ahora ha salido bien, pero ya toca cambio de tercio y de aires. Vamos a intentarlo.
La segunda parte de esta historia está por escribir, tiene que ser feliz y placentera, y ya ha empezado a apuntar.

jueves, 20 de marzo de 2014

La Dignidad te espera...



Si te callas te jodes o te joden, o las dos cosas a la vez. Llego al hospital casi de madrugada. Hacía meses que no venía a esta pequeña ciudad que es el Puerta de Hierro. No hace frío. Se nota la proximidad climatológica de la primavera, aunque hoy el día, a diferencia de esta última semana, despierta con nubes altas. Los árboles de paseos, aceras y parterres ya brotan con fuerza y muestran las yemas en fase de apertura.
Digo que te joden y quedas jodido porque hay mucho listo, aprovechado, caradura… al que siempre que se pueda hay que pararle los pies, ponerle en el sitio que le corresponda, porque de lo contrario, te arrollan, pisotean y ríen de ti. ¡Menudo pringao¡ se quedan diciendo cuando te la han liado. Me ha pasado en la fila de las citaciones con alguien que se quería colar. He alzado la voz pero de nada ha servido. Ha podido acreditar, con el apoyo de la que daba la cita, que estaba antes que los demás que esperábamos. A veces pasan estas cosas. Las evidencias no son lo que parecen y retazos de ellas que no hemos presenciado, determinan el devenir final de los hechos. O más o menos así.
De camino, en un viaje que ha durado una hora escasa, con el estómago astringido por el ayuno necesario, somnoliento por el madrugón, vas repasando mecánicamente  los acontecimientos recientes, una mirada, un comentario, un momento vivido. También recuerdas en un intento de no olvidar, las tareas pendientes, las cosas que tienes que hacer cuando regreses.
A diferencia de una etapa anterior y próxima de tu vida, distinta a la actual, notas como los días se van llenando progresivamente de más actividad. Todos los días hay asuntos que resolver, unos nuevos, otros inacabados de jornadas anteriores. Te sientes bien por ello, por esa situación de agitación y actividad. Y además notas que vas despertando progresivamente del letargo social y político en el que has estado sumido. Te apetece participar, implicarte en esa queja, en aquella otra reivindicación… Por fin dejas de callarte y opinas lo que piensas, actúas y sumas. En esas estamos ahora. También ocurre con más gente como tú, todavía no suficiente, pero sí necesaria y que van sumando como en el dicho: “un grano no hace granero, pero ayuda al compañero”.